Conejo Sombrío

La luz de mi vida se ha apagado, ahora camino en las tinieblas.

Me recibí como profesora el año anterior y estoy dictando mis primeras clases en un colegio privado. La jefa del departamento correspondiente a mi materia es una mujer hermosa. Cristina es chata con piernas larguísimas, un par de enormes pechos y un rostro hermoso, esplendido. Los hombres suspiran de deseos por ella, pero Cristina se reserva sólo para las mujeres.
Verla me excitó desde que nos conocimos. Aunque ella sabe que estoy comprometida para casarme, nunca tuvo problemas para hacerme ver sus inclinaciones y sus pretensiones hacia mí cuando estábamos solas. ¡A mí tampoco me faltaron ganas de demostrarle mis técnicas, y no me refiero especialmente a las pedagógicas!
Durante las primeras semanas de clase, Cristina me había anunciado que un día iría a presenciar mi cátedra. Sabía que eso tenía que ocurrir al ser nueva en un colegio bastante exigente con su cuerpo de profesores. Pero aunque me preparé para esa ocasión, no pude evitar aparecer como una tonta. Los chicos se indisciplinaron y ni su presencia pudo calmar los ánimos del revoltijo.
Por la tarde me llamó a su oficina. Tuvimos una reunión para criticar mi clase. Me dijo directamente que tenía que preocuparme por imponer la disciplina. Sabía que eso era cierto, pero realmente no es una cualidad de mi personalidad. Lo admití directamente y Cristina, con una gran sonrisa me respondió:
-De manera que por naturaliza eres sumisa. ¡Qué interesante! Podremos divertirnos mucho juntas.
Las palabras escaparon involuntariamente de mis labios:
-Sí, me gusta. Me gustaría ser sexualmente dominada por vos.
Se dio cuenta de que estaba al tanto de su vida privada y de su costumbre de acostarse con profesoras jóvenes que le gustaban. Después de este diálogo no había mucho más que pudiéramos decirnos, en realidad, había llegado el momento de la acción. Aquel día la acompañé a su casa. Compartía la vivienda con una amiga que, según me dijo, era actriz.
Cuando estuvimos solas en el living, Cristina me abrazó y me acarició por todo el cuerpo con intensidad.
-Deja que te haga el amor. ¡No puedo esperar para mordisquear tu lindo botoncito! Tu futuro marido tendría que estar acá para tomar nota.
¡Era cierto! Mi novio sabía hacer el amor, pero nunca había logrado llevarme al orgasmo con la boca como lo hizo Cristina. Primero lamió mi vagina largo rato, como si fuera un perrito. Después me desvistió y me sobó los senos, estirando los pezones hasta dejarlos duros y rojos. Luego se desnudó ella. Dejó las manos sobre las caderas y se movía hacia mí practicando movimientos de pelvis, haciendo que su pubis quedase cerca del mío; su mirada era autoritaria.
Me arrodillé reverente frente a ella, observando la humedad que aparecía a través de su bikini. Se lo quité y vi sus genitales por primera vez. Los labios rosados parecían perderse en la vasta foresta de vello oscuro. Cuando la toqué, sus jugos se esparcieron en mi mano, los probé. La acerqué a mi rostro, me estiré en el suelo mientras ella cubría mi cuerpo con el suyo.
Cristina avanzó hacia mis piernas separadas y me besó los genitales.
-¡Qué linda sensación!- Exclamé. Ella metió varios dedos en mi orificio.
-Algún día te voy a meter el puño entero- Me dijo -y te gustará.
Con los dedos entrando y saliendo de mi vagina, llevó hacia atrás las caderas hasta que mis labios besaron sus genitales. Le separé los muslos para ver la raja caliente y la dulce miel escurriéndose entre sus muslos. Le lamí los labios y hundí la lengua en la vagina, adorando su olor y su sabor. Ella implantó el ritmo lento pero firme, en que movía sus caderas. La lengua jugaba en mi clítoris y luego penetraba la vagina. Yo me elevaba como si roda la cara pudiese entrar en mi vagina. Mientras sus genitales se acariciaban incesantemente en mi boca. Como por un milagro, ambas llegamos al orgasmo al mismo tiempo, fue el orgasmo más profundo de mi vida. Le rogué queme permitiera el placer de su compañía con mayor asiduidad. Ni mi novio podría separarme ahora de mi nuevo descubrimiento. Y para confirmarle a mi flamante amiga que mi palabra es franca, ¡le concedí el honor de hacerme pis en la boca!

CAAFF



Conejo Sombrio

Dios ha muerto, los hombres lo han matado



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