Conejo Sombrío

La luz de mi vida se ha apagado, ahora camino en las tinieblas.

Un día, revisando el altillo de mi abuela, me encontré una extraña prenda. Era una especie de camisón y con mangas largas que tenía una abertura a la altura de los genitales que se cerraba con botones. Muy intrigada le pregunté a mi abuela de que se trataba. Ella se sonrojó. Me explicó que era su camisón y que no había vuelto a usarlo desde la muerte de su marido.
Me contó que cuando ella era joven, en Italia, de donde procede, era costumbre que las mujeres se pusieran esa clase de camisón durante la noche. Decía que permitía la penetración sin dejar al desnudo parte alguna del cuerpo de la mujer. Se trataba de una antigua práctica católica que permitía que el hombre no sintiera deseo por su esposa nada más que con fines procreativos.
La historia no me convenció demasiado pues la tela del camisón era muy suave, muy llena de pasacintas y sensuales encajes, y al acariciarla parecía una verdadera piel. Además, pensaba que el hecho de ocultar el cuerpo femenino, más que apagar el deseo debió encenderlo. Decidí que esa misma tarde probaría el efetodel camisón con mi novio en su casa, fui al baño y me cambié apareciendo luego con esa prenda de mujer muy romántica.
Mi novio tiene la costumbre de dormir desnudo, como yo, y el juego le resultó divertido. Pero no permaneció insensible. La tela blanca y mórbida en mis caderas acentuaba mi cintura y destacaba magníficamente mis pechos. Inmediatamente vi como su miembro se erguía frente a mi camisón que, según se suponía, debía servir para aplacar deseos sexuales masculinos.

Lo más agradable fue la forma en que sus manos se posaban sobre la tela tan delgada. Era visible que encontraba un gran placer en acariciar mis nalgas y mis caderas a través del género. La mano que se paseaba por mi cuerpo sin tocarme directamente era más excitante que aquella que acariciaba mi cuerpo desnudo.
Parecía irreal, una mano delicada, insinuante.
Luego mi novio procedió igualmente con los labios  y la lengua. Me besó todo el cuerpo. Un calor crecía en mi interior a medida que su lengua se paseaba por la punta de mis senos. Sentía la impresión de ofrecer mi cuerpo bien envuelto  a mi novio como un regalo, y eso era lo que más me excitaba.
Me dio vuelta, dejándome apoyada sobre el vientre. Pasó la mano entre mis muslos, llevándola hacia arriba y abajo de la abertura fatídica.
Me acariciaba Me acariciaba el sexo con tal energía que los botoncitos del camisón me hacían doler. Pero sus caricias resultaban tan agradables que no presté atención. Temblaba como si fuera la primera vez que un hombre me acariciaba esa parte. Parecía que había vuelto virgen. Mi novio estaba profundamente excitado, a tal grado que se preparó para penetrarme analmente por sobre el camisón. Esto resultaba muy frustrante y delicioso. Su sexo corría insinuante entre mis nalgas, sobre la entrada bloqueada del ano. Pero todo llega a su fin, y cuando ya no pudo contenerse más, se decidió a abrir los botoncitos. Pero a pesar de su urgencia se tomó su tiempo y los fue abriendo lentamente uno por uno. Yo estaba acostada sobre la espalda, suspirando. La abertura estaba bien estudiada y podíamos hacer el amor vestidos. Nuestro placer fue tan grande que decidimos repetir la experiencia pero no muy seguido para no romper el encanto.
Un día mi abuela me preguntó por el camisón, ya que desde aquella tarde no había vuelto a verlo. Le conté la verdad, se rió mucho. No lo dijo, pero sé que estaba contenta de que le hubiera encontrado la auténtica utilidad que tenía.


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Les escribo para recomendar los placeres del autofellatio. Succionar el propio miembro es algo único, una experiencia sexual deliciosa.
Hay que ser flexible como un junco para poder practicar el autofellatio, pero tampoco se necesita ser un contorsionista con articulaciones de goma. Muchos hombres pueden aprender a succionarse a sí mismos si solamente se toman el tiempo suficiente para entrenar.
Hay que comenzar los experimentos cuando se tiene mucho tiempo libre y privacidad. Un buen trago puede ayudar a relajarse. Hay que desnudarse y acostarse en la cama. Luego se comienza a masturbar. Concentrándose en las diferentes sensaciones que siente al jugar con su miembro.
Mientras se masturba, visualice su miembro entrando y saliendo de su boca húmeda que succiona. Vea los labios acariciando su verga erecta. Piense en la forma en que aparecerá la eyaculación. Imagine la lengua cubriéndolo íntegramente con saliva, llevándolo hasta el fondo de la garganta.
Siéntase cómodo, excitado, caliente. Realice algunos ejercicios de respiración profunda para que pueda relajar completamente los músculos de todo su cuerpo. Haga que su miembro se ponga realmente duro, y se mantenga en su mente la imagen de la verga deslizando por sus labios acariciando su lengua.
Levante las piernas frente a usted. Use una almohada para que la verga quede hacia arriba. Envuelva los brazos alrededor de los tobillos y lentamente vaya acercando la boca y el miembro. Esto es difícil, sólo los hombres, pero los hombres con una flexibilidad promedio pueden lograrlo si se toman el tiempo y la práctica suficiente. Cuando al final tenga éxito, tendrá una experiencia tan emocionante que desafía toda descripción. Yo aprendí esta técnica hace cuatro años y la he gozado todas las semanas desde entonces. El contacto de la boca con el pene crea sensaciones.
Soy capaz de meterme toda la verga en la boca. Disfruto del placer de lamer, succionar, morder, excitar mi miembro hasta un maravilloso orgasmo.
Si lo intenta, seguro que le gustará.

CAAFF

Las ventanas de mi dormitorio dan al pozo de luz del edificio. Cuando me instalé en este edificio no coloqué ni cortinas ni stores, de manera que mis vecinos podían observar sin inconvenientes lo que sucedía en mi habitación. Pero yo recién me di cuenta de eso en circunstancias algo risibles.
Había pasado la noche con un amigo, al que veo de tanto en tanto. Él tenía ganas de hacer el amor y lo conduje a mi dormitorio. Es un muchacho encantador y nunca ha dejado de hacerme gozar con pasión.
Pero esa noche ocurrió algo distinto. Mientras hacíamos el amor, él comenzó a hablar, a mí eso siempre me molesta y me enojé un poco. De pronto miré hacia la ventana y vi el rostro de un hombre que nos miraba desde la ventana de otro departamento separado a escasa distancia del nuestro. Era un hombre de unos cincuenta años, que tenía una nariz muy larga y prominente. Llevaba una polera blanca y, por la posición de su mano, evidentemente se estaba masturbando.
Pensé en decírselo a mi amigo, pero él iría prestamente a bajar la persiana. La situación me pareció bastante divertida y decidí no decir nada. De manera que continúe como si nada hubiera ocurrido. El hombre no saldría decepcionado con nuestro espectáculo. Debo reconocer que estaba muy excitada causa de este sujeto. Mi amigo se dio vuelta para acariciarme el sexo, yo prendí la luz, diciéndole que quería ver, abrí las piernas y las levanté un poco.
Por la posición que ocupaba, mi vecino debió haber tenido un panorama completo. Mi amigo estaba algo asombrado de lo excitada que me hallaba, de manera que me acarició con más entusiasmo, penetrándome con varios dedos. Era la primera vez que tenía un orgasmo con él. ¡Iba a debérselo a mi vecino! La idea del sujeto mirando me enloquecía.
Deseaba que me penetrara en cuatro patas de frente a la ventana, de esa manera podía ver directamente al sujeto. Como adivinando mis deseos, él me hizo tomar esa posición, penetrándome tan profundamente que sentí que su verga se incrustaba en el final de mi vagina. De pronto se me ocurrió que si abría la ventana, el tipo podría oírme gritar y eso resultaría insoportable para él. Levanté una mano, alcancé la traba y la abrí. No pude ver claramente al sujeto, estaba algo escondido y seguía masturbándose. Mientras,el ardor de mi amigo había aumentado y volvía a embestirme con más furia. Mi placer parecía no tener fin. Pero el momento de mayor excitación llegó cuando le pedí que se masturbara delante de mí mientras yo me acariciaba. Tenía las piernas abiertas, de cara a la ventana. El hombre continuaba allí a unos cuantos metros, inmóvil en la oscuridad. Gracias a él tuve un tumultoso orgasmo. Mi amigo me abrazó tiernamente y nos dormimos casi enseguida.
A partir de esa noche hice participar a mi vecino mirón de varias de mis noches de amor. Esto me excita y me ayuda a gozar. Ninguno de mis amantes ha descubierto todavía mi truco.



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Conejo Sombrio

Dios ha muerto, los hombres lo han matado



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